S. y Sidartha.
miércoles, junio 25, 2003
  A. Mi consciente onírico me llama: “que es hora de despertar y volver a casa”. Abro los ojos. A duerme sobre mis piernas. Los labios de A.
Una de estas noches empieza el verano y una de estas noches, hace ya algunos años, nació A. Igual el destino ya lo había previsto.
S. espera y la observa y observa lo que ve y observa lo que le cuenta. A. es de verdad, no es de mentiras. A. es de este mundo y eso a S. le sorprende y le entusiasma.
A.tiene un bolso de colores.
S. toca la piel de A.; recuesta de nuevo su cuello en el respaldo y mira a través del cristal. No se oye nada ahí afuera, nada. Dentro de poco la luz… y un par de almohadas y un nuevo día. S. mira atrás. Los lunares de A.
A.dice y no dice cosas. S. cree que A. consigue que con más ganas S. quiera aprender las cosas que tiene que aprender, sin prisa.

Pudiese estar en uno de los vagones de su habitación.

A.me cae bien, tan bien que alguna vez S. sintió que le superaba.
Sea como sea, S. no quiere demasiadas palabras.
Su cuello.
Ella tiene una canción y dos y todas a la vez. No lo sabéis, pero los ojos de A.cambian de color.
En fin, sea como sea, S.observa a A. y esta mañana, como todas las otras, siente que A. es adorable... y eso…

 
viernes, junio 20, 2003
  Cosas que tiene la serie neuronal número 23 Última tarde de trabajo hasta dentro de varios meses. ¡Sí! Al son de la alegría que esto le supone, S. prepara los primeros compactos preveraniegos. En primera instancia atisba ese Surfing USA que los neoyorkinos (no sé si serán de Nueva York; pudiesen ser de Dallas o Milwakee por ejemplo, pero entonces que digo: Dalleses?, Milwakinitanos?…) dedicaron especialmente a S. y a su joven aprendiz en vísperas del último estío.
S.está encantado con la idea. Demasiadas horas apoltronado en este sillón llegan a aplastar el espíritu y las ganas de levantarse.
Hace ya varios años que se empezó a tratar el tema de la jornada laboral. Algunos hablaban de 35 horas, otros de 40. S. lo tiene muy claro hace tiempo. La jornada laboral óptima sería de 9.30 a 14.20, con veinte minutos para tomar algo quien así lo desee. Y es que S.piensa realmente: ¿es necesario este ritmo de no-vida?. Antes de proseguir esta pseudo-aproximación al estudio de los tiempos de trabajo, la serie neuronal número 23 de S. decide hacer algo así como una confesión imaginativa, fantasiosa, por si resulta útil o, simplemente, porque su cabeza parece funcionar sola en ocasiones: -"Policía de redes o “ciberpolicía” como gusta llamar a mis colegas (también les agrada jefe Biggum…) S. ha aprendido muchas cosas en su estancia internauta (que no internáutica todavía). Con la respetable jornada laboral de ocho horitas diarias (prolongables fácilmente como todos sabemos a nueve y media o diez), empecé en este trabajo muy concienciado. Allá en la Escuela Superior de Investigación e Internet, S. fue adiestrado y concienzudamente educado para no dejarse atraer por lo que en nuestra jerga se conoce como “lado oscuro”, es decir, la posibilidad de mantener relaciones personales de cualquier tipo con los nicks… Aprendí bien que no existía nada tras un nick, tras un nombre de usuario. Digamos que, al estilo Matrix, se trataría más bien de programas informáticos, algunos sin duda gravemente obsoletos o con rasgos de una grave disfunción. Con esta mentalidad abordó S. sus primeros 325 días de trabajo. Pero la mañana del día 326 S.sufrió un acontecimiento inesperado. La noche anterior salí de copas con los colegas. Entre copa y copa dos de mis más allegados compañeros de la E.S.I.I. me confesaron que habían tenido relaciones con señoritas, alguna señora y alguna otra cosa que S.no se atreve a desvelar ahora, a partir de internet. Al escuchar ésto, las radiaciones acumuladas, dos gotas de Jameson y la sinuosa figura de la bailarina de aquella taberna árabe hicieron cortocircuito sobre el relé educativo que con tanto esmero S. había acatado durante todo aquel tiempo, absolutamente convencido de que era lo mejor para el desempeño de su labor.
S. siempre se consideró un profesional, pero aquella descarga de realidad tuvo consecuencias inesperadas para él. Tras una primera vacilación y un ligero mareo, S. despidiose de sus colegas y marchó a casa, dispuesto a dormir y olvidar lo ocurrido, aferrándose todo lo posible al poder de la negación del que tanto había aprendido en sus años de estudiante. Aquella mañana del día 326 S. enchufó el ordenador y empezó su inspección rutinaria. Unos veinte minutos más tarde apareció X., hasta ahora un nick de aspecto femenino poco problemático y que, en todo caso, no suponía ningún objetivo. De repente, por la cabeza de S. cruzó una idea estúpida: ¿y si fuese verdad todo eso de lo que hablaban sus camaradas?, ¿y si X. existiese como tal?, ¿y si fuese una mujer?. Como ustedes comprenderán, se trata de una metáfora; por supuesto que S. sabía que era así pero, lo que quizá alguno de ustedes sí desconozca es que la vivencia y la consciencia no siempre conviven en el mismo plano del ser humano. Aunar ambas en su plenitud es cosa de toda una vida.
A partir de ese momento, S. sintiose incapaz de desinvolucrarse de aquella nueva realidad. De hecho, y después de tanto tiempo en aquel lugar sin espacio físico, anhelaba expresarse y “escuchar” desde su propia naturaleza, libremente.
“El lado oscuro”. Me daba cuenta como había dejado abducirme, tal y como los maestros de la E.T.I.I. habían pronosticado que pasaría en un 95 por ciento de los casos. Pero en aquellos días de aprendiz, S. se sentía demasiado especial para creerse de ningún modo “uno más”.
Primero fue X., luego B., y así un sinfín de nombres que pasaron en poco tiempo de ser vulgares programas con lenguaje propio a ser la imagen proyectada de personas, de seres vivos, como S.
Pasó horas y horas conversando con unos y con otros, su único secreto era su principal cometido, su trabajo para la Policia de la E.T.I.I.
Un par de meses después S., ya muy cansado de las interminables y agotadoras horas frente al P.C., empezó a considerar la idea de pedir un cambio de misión, incluso pedir una baja y coger las no muy largas vacaciones que podía permitirse con su sueldo el cual, si bien no era modesto, sí resultaba mejorable.
En esa época comenzaron a ponerse de moda en los noticiarios las disputas sindicales abogando por la reducción de la jornada laboral.
Cierta tarde S. saboreaba su frío vaso de leche, recostado sobre el diván, cuando empezó a meditar la idea. ¡Qué cantidad de aquellos seres del mundo internáuta pasaban horas y horas escribiendo sin parar en alguno de los canales temáticos habilitados por el servidor de turno!. ¡Cuántos y cuántos pasaban horas y horas jugando al trivial, a interminables juegos de estrategia o, simplemente vomitaban infinitas palabras sobre las ventanas del chat!. S. sabía que una gran parte de éstos trabajaba por cuenta ajena; así que comencé a preguntarme: ¿No tendrán problemas con los jefes?, ¿será que no tienen excesivo trabajo?, ¿serán todos vigilantes de seguridad encargados de supervisar la cámara de la galería principal echando un vistazo al monitor cada veinte o treinta minutos?. Pero esas hipótesis no parecían tener demasiada consistencia o, al menos, resultaban insuficientes para explicar lo que observaba cada día. Fue entonces cuando S. lo vio claro: había mucho trabajo mal organizado."-
Cinco horas de jornada laboral no sólo serían mucho más que suficientes, sino que resultarían óptimas, sinergias positivas por doquier. El problema es, como en tantos aspectos de la vida, la eficiencia. Pero con una buena organización del trabajo, el establecimiento de objetivos claros y bien definidos, eficacia en la implantación de las herramientas de trabajo, y unos pocos detalles que hoy en día, lejos de ser verdaderamente tomados en consideración práctica quedan plasmados en libros de economía y sociología como mera teoría histórica, yo, la verdad, no lo veo tan descabellado.
¡Ah!. S.Suspira imaginando tal calidad de vida. Un trabajo en el que S. se sienta involucrado, alentado por la idea de tener un tiempo libre real, para vivir. S.piensa que los tiempos de trabajo hoy en día tienen mucho que ver con los ascensores de las fincas no excesivamente altas.
S. cuelga su serie neuronal número 23 y decide sencillamente disfrutar con la atractiva idea de una maravillosa siesta el próximo lunes.

 
martes, junio 17, 2003
  El Beso (Gustav Klimt)

# FLCL #


 

 
viernes, junio 13, 2003
  El Ascensor
S. aún recuerda su lucha contra el reloj, cuando el tiempo suponía una realidad problemática, un enemigo a batir.
A S. le gusta vivir en lugares altos; si es una finca, en el último piso. Pese al vértigo que se acentúa con los años, S. Siempre tuvo claro que quería vivir en lo más alto.
S., como buen ser estresado del primer mundo, sale corriendo de casa, cierra la puerta con la pierna mientras se sube la cremallera, sandwich en boca, y se abrocha los últimos botones de esa camisa que ya empieza a sudar. Acerca su dedo índice al botoncito blanco de uno de los dos ascensores de la finca. Nunca falla, en el instante justo en que presiono el botón, Murphy aparece. Pueden ustedes imaginarlo, la flechita roja que marca el destino del ascensor no se mueve en el sentido correcto. Con una presteza marcial y nobles artes aprendidas durante años, S.alarga de nuevo su dedo índice hacia el botón blanco del montacargas antes de pegar una patada a la puerta del ascensor porque, claro, Murphy ha vuelto a hacer de las suyas y el maldito ascensor no sube, baja. A toda acción prosigue una reacción y con la patada el relleno del sandwich cae al suelo. S. maldice a Murphy. Para conocimiento de ustedes, Murphy es ese pedazo de mamón del segundo piso que nunca ha subido una escalera, ese que me observa no sé aún de qué manera, pero que sabe perfectamente cuando tengo más prisa y me siento más airado. Respiro hondo y decido que Murphy sólo es un tío “gracioso” que no jugó lo suficiente con sus amigüitos de pequeño.
S.piensa en los datos de los que dispone. Al margen de las graves consecuencias que las más que bruscas paradas del ascensor tendrán en un futuro no muy lejano sobre sus rótulas ( y es que ahorramos en aceite lo que nos gastamos en limpiar los mocos petrificados de los críos sobre el cristal ), las puertas tardan en abrirse y cerrarse 3 segundos, antes de que el ascensor pare o arranque.
El ascensor tarda unos 20 segundos en subir, puede que 19 en bajar, así que, desde que salgo de casa hasta que llego al portal, pasan muy realistamente 2 minutos. Teniendo en cuenta al vecino M. y que S.utiliza los servivios de la caja metálica unas 12 veces al día (vease curro, perro, salir, gimnasio, tabaco…), puedo asegurar que de media paso 20 minutos al día entre la puerta de casa y el portal, siendo unos 5 minutos optimista. Pero, qué coño, ¿ y las paradas que hago cada vez que subo con los dichosos parásitos vecinales?. Dejémonos de optimismos, 25 minutos al día. Es decir, por esa maravillosa regla de aquel tipo que quiso resultar útil a la humanidad (la de tres, claro), paso allí 2 horas y 55 minutos a la semana, lo que supone un considerable tiempo mensual de 12 horas y treinta minutos; (compensando febrero con los meses de 31 días, S.vuelve a demostrar su optimismo vital). Sin embargo, 6 días y más de ocho horas al año en esa caja mecánica me dan que pensar.
Cuando aprendí que el ser humano tenía ciertas necesidades vitales que debía satisfacer a cualquier costa, sin importar el tiempo (y para algunos ni el dinero), S.pensaba en dormir, comer, el placer del instinto y el placer en Roca. Sin embargo, nadie me habló de los ascensores. S. finalmente decide que vivir en un piso 115 resultaría mucho más práctico. Con un baño incorporado y microondas, la vida de S. aparentaría tener mucho más sentido.
Pero claro, demasiadas veces vista “El coloso en llamas” y las sensacionalistas tomas de los chicos de Laden jugando a morir y matar no alimentan mis ganas de llegar tal alto.
Puestos a soñar, S. imagina un día en el que él y el ascensor sean buenos amigos. S.subirá al ascensor por las mañanas y tendrá una breve charla:

Ascensor .- Buenos días S. ¿Has dormido bien hoy?

S.- Buenos días Jonnhy (de algún modo tendré que llamarle, ¿no?). He dormido bien, ya sabes, poco pero bien.

Ascensor.- Me alegro S., te deseo pases una feliz mañana de trabajo en la oficina.

S.- Gracias, espero que tú también disfrutes con los cotilleos vecinales del día.

Ascensor.- Claro S., ya te contaré si Mari Puri finalmente ha dejado al marido por Blas (Blas es el portero). Hemos llegado ya. No curres mucho eh, hasta luego S.

S.- Dalo por hecho Jonnhy, hasta luego.

Pero en fin, la realidad es lo que hay, y S.debe conformarse. El ascensor aún no ha aprendido a hablar, Murphy seguirá dando caña allá donde vaya y las prisas nunca son buenas compañeras.
Suspiro aliviado de saber que sé como son las cosas. S. vuelve a reconciliarse con el reloj. Buenos días.
 
jueves, junio 12, 2003
  Suena el despertador del móvil y me veo obligado a separar los labios del cristal del coche y despertar. S. se separa de la almohada mientras se resigna sin demora a su ausencia. -Venga va-, hago un favor a la rutina y me levanto. Buenos días. Parece que el día de hoy va de naturaleza.
Puede que ustedes no lo sepan pero, al igual que existe, por convención, el día mundial contra el tabaco, el día mundial del medio ambiente o el del vino de rioja, todos los días son el día de algo, y hoy es el día de la naturaleza. He dicho.
-Buenos días perro. Perro levanta la cabeza y saluda. Es posible que haya pensado: -"pedazo de cabrón, ¿no podrías entrar por la otra puerta por una vez en tu p.vida en vez de patearme el culo todas las mañanas?".
Hoy me niego a eliminar los posos del café. Enchufo la televisión en busca de Bola de Dragón mientras sorbo de la taza grabada con el "Río Duero" de Machado. Enciendo un cigarro y me encamino a Etiopía. Ahí está, algo parecido al eslabón perdido ha sido hallado en el cuarto mundo. (Eslabón que, todo sea dicho, yo creía haber encontrado tiempo ha, cuando el señor R.V. entró por la puerta de clase en primero de B.U.P). La cafeina estimula mis ganas de fumar así que, por no contradecir a la química, otra calada. Más buenos días. Mientras observo el par de cráneos, la señorita del telediario me convence y en esta tibia mañana de Junio me siento más africano que nunca. Pero claro, el Sapiens sapiens siempre necesitó diferenciarse de alguien, así que refuerzan todo lo posible la idea de que el señorito de Neanderthal nada tiene que ver con nosotros. Pero eso a S. no le resulta tan claro. Mientras ellos hablan del homo antiguo yo pienso en las escisiones del Homo sapiens. Cruza por mi mente un haz de rostros familiares y me cuesta creer que el Neanderthal fuese sólo una especie colateral a la nuestra. Además, a estas horas de la mañana, sólo me siento identificado con el Cannis alfombris que yace junto a mi.
En poco más de una hora despierto, que no consciente, S. se da cuenta que ha oido hablar de la selección, de Dinio, Paquirrín y Nuria Bermudez, el hombre-mono y los candidatos a la presidencia del barça. Juro que sólo he visto el telediario y dos breves minutos a Trunks y Son Gohan buscando la máquina del tiempo que construyó Bulma.
Comienza a entrar el sol por la ventana enrejada y S. sólo quiere ver como queda ésto, antes de presionar la inevitable tecla de Murphy y que todo lo escrito hasta ahora desaparezca entre los infinitos recovecos que esconde su radiactivo compañero. Veamos. 
No hay placer mas descansado que limpiarse el culo despues de haber cagado.

ARCHIVES
junio 2003 / julio 2003 / septiembre 2003 / octubre 2003 / noviembre 2003 / enero 2004 /


Powered by Blogger

OTROS BLOGS
Sobre mareas... (S.)
Suspensivos (mkxis)
Mi Pequeño gran mundo (Red|Girl)
Cianuro, por favor (CN)
L´Oreal... (Kayser)
Puertas de entrada y... (Chikago)
Mishie
Versus Blog (Lunatiko)
Axque y yo (Axque)
El Angar del... (Porrón)
Los trabajos de Clarismunda(Ottawa)
Las crónicas de Epimeteo...(TTCohete_))






Canal #Blog en irc-hispano




Si lo desean...