Bien, vamos allá. Desde hace días llevo pensando que hay mil cosas de las que os podría hablar, historias en ocasiones encriptadas para la mayoría de vosotros y un par de sentimientos reales, lo que ven mis ojos algunas veces, lo que atisbo más allá de ellos, algo de lo que aprendo; tenía mis palabras ya escritas, mis ideas y la creencia de que a todas les llegaría su momento, pero lo cierto es que son tantas y tan insoportable la levedad del ser que S. ha decidido no escribir ninguna. Pasan por mi mente canciones y canciones llenas de letras con las que me siento identificado en un instante, letras y músicas que hablan del futuro, del tan socorrido "algún día", en el que algunos de vosotros puede me veáis por la calle, pero no me reconoceréis porque jamás me habéis visto ni escuchado mi voz, y puede que alguien que sí lo haya hecho también me encuentre, pero no me reconoceréis porque el jodido Milan Kundera acertó bien con el título. Se me han quedado tal vez demasiadas cosas en el tintero, pero no importa, ya sabéis que no os debe importar. Sidartha 09:30:08 ¡GANADOR!
9 de Octubre
Puede que no me creáis, pero me ocurre casi siempre. Duermo un sueño profundo y sé que hoy habrá luna llena. Surge algo en mi, de mi. Me miro al espejo. Ahí está S., el de siempre, pero siento algo más. Noto florecer de mi interior mi yo más profundo. Mi olfato ordena, mi instinto se dispara y me siento voraz. Capaz de devorarlo todo, capaz de devorarla. No es la primera ocasión en la que expreso esta certeza: ¿Acaso no es la luna la causante de que el manto acuático de este mundo bailotee al son de la marea?; ¿por qué no creer en su poder?.
No trato de parafrasear pasadas leyendas paganas, el viejo lobo está aquí.
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La llorona
En algunas ocasiones, en determinados instantes, no sé realmente porqué razón ni de qué manera, S.siente ganas de mandarlo todo a la mierda. Supongo que tiene mucho que ver con la sensibilidad innata por los noviembres helados, por las noches turbias y los pensamientos vanos.
Supongo que tiene que ver con los poetas de atardeceres rojos, con la ventisca que pronto ha de venir y con las persianas de mi habitación.
Es por los paseos de roca dura, con la hierba que crece entre las piedras aún en esta estación, donde el recuerdo se pierde en viejos arcones de cuerpos vacíos. A fin de cuentas no hay nada que S.no supiera ya acerca de estas cosas.
Como el que nace en la frontera entre dos países, S. presencia dos mundos antagónicos: el primero que vio, y el que nunca dijo: Eh tú, ven.
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jueves, octubre 02, 2003
Tercer día de este otoño.
En cualquier lado del mundo hay desvaríos, conveniencias y sutilezas descaradas.
El periódico de costumbre de nuevo se anuncia atronador. A cada página una nueva certidumbre acerca de la existencia de lo incomprensible.
S. agacha la cabeza. Mira hacia el suelo y su vista penetra en la tierra y se sumerge en el confín de este mundo de piedra y agua. Atravieso el núcleo terrestre y al fin emerjo al otro lado de esta esfera. S. prosigue su viaje, fijando sus pupilas en el horizonte que marca la luz de los astros. Enciendo un cigarro y soplo el humo a través del agujero que he hecho. La nube gris escapa al espacio y lentamente comienza a dibujar formas para todos mis gustos, de todos los colores, al chocar con los gases de la atmósfera. Primero dibuja un tren, después un pájaro que deja tras de sí el rastro de su cola de abanico; y por último una chimenea. Las llamas juegan y bailan, lo que me recuerda que también hace frío allá afuera. Necesito regresar.
Aquí, A. sigue cantando todas las canciones.
Parafraseo los momentos y recuerdo el calor bajo el edredón.
Ya están aquí...
Vuelve la lluvia tras los cristales y Madrid vuelve a vestirse de grís. Después de apagar el despertador cuatro veces consecutivas, S. consigue salir del sueño especialmente hipnótico que le regaló hace un par de días su nuevo compañero. No importa si tardo en llegar al trabajo, de hecho no debería importar si no voy esta mañana, ¡pero diablos!, no puedo quedarme en casa y alimentar mi propio absentismo. Mientras escuchamos la radio en el coche charlo con este nuevo amigo que me ha convencido de que no fume esta mañana, al menos hasta haber desayunado y tomado el jarabe. Resulta insoportable escucharle solo. Me cuenta que se quedará unos días por aquí, pero que no me preocupe, que pronto se aburrirá y marchará.
Este amigo me hace mirar las cosas de otro modo; es más, a veces despierto y sé que he permanecido varias docenas de segundos con la vista perdida en el mundo de la inopia, inconsciente.
Acompañado por el virus de la gripe atisbo los papeles de esta mañana. Necesito hacer cosas, pero estoy sumamente cansado para hacerlas con ganas.
De repente escucho una voz que susurra insinuante: "Fuma S., fuma". Reconozco a la voz compinche. Debieran encerrarlos a ambos por premeditación y alevosía. Aferrado a lo que una persona denominó disciplina germánica cierro los oídos y me tapo la boca. No podréis conmigo. Gano la batalla durante varias horas, hasta el momento en el que la pantalla del ordenador escupe a mis ojos con demasiada fuerza como para no otorgarme un descanso. No hay refugio ya. (Sonido de mechero...)
¶ 10:10 a. m.
No hay placer mas descansado que limpiarse el culo despues de haber cagado.
